jueves, 25 de febrero de 2010
Cómo cambia todo cuando, de repente, nos damos cuenta de que nos enamoramos. Se nos modifica el estado de ánimo: pasamos de la sonrisa más maravillosa a la tristeza más absoluta. Y, en general, esa especie de ciclotimia constante nos sucede cuando nos volvemos loquitas de amor por alguien que, o bien ni nos registra, o tiene novia, o es mucho mayor que nosotras. Así empezamos a vivir de esperanzas y paciencia, y con la ilusión de lograr que un día por fin nos invite a salir o nos dirija una sonrisa de esas que marcan aun más la perfección de su rostro, y que nos despiertan un gran suspiro de amor.
Pareciera que dejar de sufrir por este chico y fijarnos en otro, no nos fuera posible. Y sucede así porque el enamoramiento, no el amor, nos suele venir de la idealización. Esto es sobrevalorar las cualidades y ver maravilloso a quien no tenemos, y esa mania de sobredimensionarlo nos hace agregarle más bondades de las que en realidad tiene. Entonces, será mejor relajarse, porque no hay remedio para la regla: ¨como no lo tengo, lo quiero¨.
Quizás un día, aunque hoy lo veas imposible, te lo cruces en el camino y te sonrías al pensar que delirio tan extraño hizo que vos perdieras la cabeza por ese chico, que... ¿Qué le vi?
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